Señalan que Xóchitl Gálvez ganó credibilidad por sus arrestos de enfrentar al presidente como senadora; denunció e investigó la corrupción y el tráfico de influencia de su círculo familiar. Demandó réplica por las mentiras del presidente en la mañanera, obtuvo fallo judicial favorable y se dirigió a las puertas de palacio nacional para exigir el respeto a su derecho. Su origen y éxito personal y profesional en su trayectoria no la convirtieron en candidata presidencial, sino su valor, coraje y carácter para enfrentar al presidente López Obrador, como muy pocos, como nadie en la política.

Conceden que Xóchitl es el principal activo del frente opositor. Los partidos no son el problema. Lo es que la candidata haya equivocado su estrategia casi desde el inicio ya hace cuatro meses. En lugar de dar curso a lo que funcionó –seguramente por el consejo de estrategas porque ella no es así– transitó a una postura defensiva, remitiendo su vida personal como argumento y eludiendo enfrentar a López Obrador, justo lo que era su principal fortaleza. Para los desencantados eso la desdibujó y se volvió más de lo mismo, mientras que los golpes en su contra empezaron a ganar fuerza.

Según los desencantados hay una torpeza enorme para que la oposición articule en su favor los errores y las deficiencias del gobierno y del presidente; afirman que valen más cinco minutos del reinicio del programa de Loret en Latinus del pasado lunes, que todos los promocionales en radio y tv de la campaña de los partidos del Frente, incluyendo los de Xóchitl. Invocan la orfandad a la que los ha llevado la campaña opositora. Mientras, el país se dirige al autoritarismo por muchas vías, como revela el reporte reciente de Integralia, los dirigentes se la pasan en la rebatinga por cargos de elección, caso reciente en Coahuila y que llevó a que no hubiera coalición en dicho estado en detrimento de la campaña nacional.

Efectivamente, el proyecto opositor debería entender con urgencia la orfandad política de los descontentos. La campaña no es de Xóchitl, no es de los partidos, no es del Frente. Ellos son el vehículo para defender al país y a su democracia de la mayor amenaza conocida. Por muchas razones hay preocupaciones fundadas y muy graves: la inseguridad, la militarización, la corrupción, el deterioro del gobierno y de las instituciones de rendición de cuentas, la colonización del INE y del Tribunal Electoral, la persistencia del diezmo que se ha duplicado según denuncia una relevante periodista colaboradora del régimen. ¿Quién defiende y representa al país cuando la oposición y sus candidatos no dimensionan el tamaño de responsabilidad que les atañe? ¿por qué los estrategas recomiendan comedimiento frente a un arrebatado golpeador iluminado quien es el articulador de toda la ofensiva autoritaria?

Los desencantados tienen razón, pero eso no es causa ni caso para el derrotismo ni para validar la propaganda del adversario de que la decisión está ya resuelta. Desde ahora corresponde que cada uno, desde el espacio y la actividad respectiva cumpla con su tarea cívica y libertaria, más que política; no olvidar que una elección concurrida es una elección competida y base para la alternancia a la que por el bien de México se aspira.