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De 1973 a 2023: aprender a reducir los riesgos

por Javier Treviño
14-10-2023

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OPINIÓN DE JAVIER TREVIÑO

Medio Oriente

El año 1973 fue testigo de crisis y acontecimientos internacionales que tuvieron implicaciones de gran alcance para la política y la diplomacia globales:


La guerra de octubre de 1973 estalló cuando Egipto y Siria lanzaron un ataque sorpresa contra Israel durante la festividad judía de Yom Kippur. Tuvo implicaciones importantes para Oriente Medio y la dinámica más amplia de la Guerra Fría.

Tras el estallido de la guerra de Yom Kippur, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) inició un embargo contra países percibidos como partidarios de Israel, incluido Estados Unidos. Esto condujo a una crisis energética mundial (1973-1974), con un aumento vertiginoso de los precios del petróleo y escasez de combustible.

El mundo experimentó una grave crisis económica en 1973-1975, caracterizada por altas tasas de inflación y desempleo. La crisis del petróleo y los desafíos económicos y geopolíticos relacionados jugaron un papel en esta recesión global.

Los Acuerdos de Paz de París se firmaron en enero de 1973, lo que condujo a un alto el fuego y la retirada de las tropas estadounidenses de Vietnam. Esto marcó el fin oficial de la participación estadounidense en el conflicto, pero la guerra continuó entre Vietnam del Norte y del Sur hasta la caída de Saigón en 1975.

Si bien no fue una crisis internacional en el sentido tradicional, el escándalo Watergate (1973-1974) en Estados Unidos tuvo importantes repercusiones nacionales e internacionales. En última instancia, condujo a la dimisión del presidente Richard Nixon en agosto de 1974.

En septiembre de 1973, un golpe militar liderado por el general Augusto Pinochet derrocó al presidente democráticamente elegido de Chile, Salvador Allende.

La guerra civil de Rodesia, que había iniciado desde la década de 1960, continuó en 1973. Implicaba un conflicto entre el gobierno de Rodesia (ahora Zimbabue) y grupos nacionalistas que buscaban la independencia y un gobierno mayoritario.

La disputa sobre el Sáhara Occidental entre Marruecos y el Frente Polisario se intensificó en 1973, preparando el escenario para un conflicto prolongado que continuaría durante muchos años.

El Presidente de México era Luis Echeverría Álvarez. Durante su mandato, México adoptó una política exterior caracterizada por el intento de la “no alineación”. Buscó un papel de mediación en el conflicto árabe-israelí. México se solidarizó con los objetivos de la OPEP durante la crisis del petróleo de 1973-1974. Redujo su producción de petróleo en apoyo a los precios más altos y en solidaridad con los países productores. Echeverría buscó promover los derechos humanos, respaldó activamente el proceso de descolonización y apoyó a los movimientos de liberación nacional. La política exterior de México en 1973 aumentó todo tipo de riesgos, generó divisiones internas, polarización política y críticas tanto a nivel nacional como internacional.


Cincuenta años después, en 2023, las crisis humanitarias siguen y los desafíos a la política exterior se multiplican:

Desde Níger y Chad hasta Zimbabue y Zambia, pasando por Afganistán, Siria, Yemen y Venezuela, cientos de millones de personas están desplazadas internamente debido a conflictos o han buscado refugio en países vecinos. Se necesitará la asistencia humanitaria.

Las sequías, incendios forestales, inundaciones y otros fenómenos climáticos extremos han resultado en inseguridad alimentaria. Millones de niños padecen desnutrición crónica. Las tasas de mortalidad materna son muy altas.

La invasión rusa de Ucrania desencadenó la crisis de refugiados de más rápido crecimiento en el mundo, obligando a millones de personas a abandonar sus hogares.

China tiene un plan para la integración de Taiwán mientras envía buques de guerra alrededor de la isla.

Hamás ha dejado un rastro de terror en Israel. Y todavía no sabemos cuál será el desenlace de la crisis en el Medio Oriente.

La crisis de migración indocumentada y la actividad de las organizaciones criminales que trafican con fentanilo presionan la vida diaria de la frontera entre México y Estados Unidos.

La prioridad hoy debería ser la competitividad de América del Norte: cadenas de suministro resilientes, nearshoring, facilitación del comercio, operaciones transfronterizas, infraestructura comercial, puntos tácticos, despacho conjunto, ciberseguridad, construcción de un mercado energético competitivo.

La revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) en 2025-2026 será una prueba de fuego para el próximo gobierno.

La próxima presidenta de México deberá navegar por un terreno geopolítico complejo, salvaguardar los intereses nacionales y ayudar a mantener la estabilidad global. Más allá del uso retórico de los principios de política exterior que se inscribieron en la Constitución (autodeterminación de los pueblos; no intervención; solución pacífica de controversias; proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; igualdad jurídica de los Estados; cooperación internacional para el desarrollo; respeto, protección y promoción de los derechos humanos; y lucha por la paz y la seguridad internacionales) es necesaria una estrategia que reduzca el riesgo para la nación.


Cada uno de los socios del T-MEC tiene mucho que perder si las relaciones se deterioran.


Por inicio de cuentas, no podemos desvincular la economía mexicana de la economía de Estados Unidos. Lo importante es que el próximo gobierno reduzca los riesgos, mitigue vulnerabilidades y evite rupturas.


La economía de Estados Unidos es demasiado grande para que un eventual desacoplamiento sea una perspectiva realista. Estados Unidos es líder tecnológico mundial. La tecnología será una determinante cada vez mayor del poder económico en un mundo digitalizado y conectado. México debería intentar tener acceso a la innovación estadounidense de primer nivel.


La relocalización (nearshoring) puede ayudar a reducir la dependencia excesiva de China para bienes críticos. El nuevo gobierno debería enfocarse en tecnología de la información, energía y biotecnología. El nuevo gobierno de México deberá tener claridad de que, en su política exterior, y en las relaciones con Estados Unidos, el sector energético será una prioridad.