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Habitantes de Papúa Nueva Guinea tienen pavor a las vacunas

por Redacción
12-11-2021

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Solo un 1,7 % de los habitantes de Papúa Nueva Guinea han sido vacunados con la pauta completa contra la covid-19. Esto es motivo de preocupación para la comunidad internacional, que ve cómo el virus se expande por una población muy expuesta que presenta altas tasas de comorbilidad y unos niveles muy bajos de acceso a atención médica.

El estado de ánimo en el país, sin embargo, es muy diferente. No hay duda de que hay mucho miedo, sí. Pero la causa es la propia vacuna.

Muchos habitantes de Papúa Nueva Guinea podrían vacunarse, incluso en los rincones más remotos del país. Hablamos de personas que no son en absoluto ajenas ni a los medicamentos inyectados ni a las vacunas, que allí se administran contra enfermedades como la polio y el sarampión.

Pero millones de papúes no se están vacunando contra la covid-19 porque le tienen terror a esta vacuna concreta. No se trata de reticencia vacunal, sino de una oposición frontal. De una antipatía radical.

Algunos responsables locales de las vacunaciones han sido amenazados de muerte y atacados por muchedumbres furiosas, que los consideran parte de una "campaña de terror".

Además, la nueva ley que obliga a estar vacunado para poder trabajar ha recibido como respuesta procedimientos judiciales, dimisiones en bloque y mercadeo de certificados de vacunación falsos. Todo ello para esquivar la temida vacuna.

¿Por qué hay una resistencia tan fiera a la vacuna de la covid-19 en Papúa Nueva Guinea? La diferencia clave, y cualquier buen antropólogo lo confirmaría, es el contexto cultural.

Cualquier intento por entender estas visiones locales sobre la vacuna contra el coronavirus debe tener en cuenta, en primer lugar, que en las sociedades de la Melanesia lo físico está íntimamente relacionado con lo moral y con lo espiritual. Esto explica que, en muchos casos, las explicaciones biomédicas de las enfermedades ocupen un lugar secundario frente a otras explicaciones. O que sean irrelevantes.

Esto se explica a su vez por los pocos o nulos esfuerzos que el Gobierno ha dedicado a la educación de los habitantes de Papúa Nueva Guinea. Especialmente para los que viven en entornos rurales, que suponen el 80 % del total.

Por ejemplo, cuando una persona que debería estar sana contrae una enfermedad o muere, lo achacan al efecto de un conjuro o a prácticas de brujería. Estas creencias, que están muy vinculadas a envidias y conflictos interpersonales, son las que desde este punto de vista habrían provocado el misterioso ataque.

A menudo, este tipo de interpretaciones se aplican a desgracias personales, pero no tanto a grandes acontecimientos como una pandemia global. Es aquí donde el cristianismo adquiere una importancia vital y contribuye a explicar problemas colectivos como este.

La práctica totalidad de los habitantes de Papúa Nueva Guinea (un 99,2 %) son cristianos. Las iglesias evangélicas y pentecostalistas ejercen una gran influencia social en el país.

En Papúa Nueva Guinea el cristianismo no solo ofrece la promesa de la salvación eterna, sino que, además, la Biblia y ciertas ideas proféticas juegan un papel determinante a la hora de explicar cómo la gente vive y percibe el mundo.

Muchos cristianos, sobre todo de las citadas ramas pentecostalista y evangélica, creen que el fin del mundo está cerca e irá precedido por la segunda venida de Jesucristo.

Desde este punto de vista, resulta clave explicar que el inminente retorno de Jesucristo estará precedido por la decadencia moral acelerada del mundo y por la imposición de la marca de la bestia sobre toda la humanidad, un proceso auspiciado por Satanás. Muchos cristianos papúes, por tanto, no dejan de escrutar el mundo continuamente y con temor en busca de esta señal definitiva.

Hace unos años algunos papúes afirmaron que esta marca eran los códigos de barras, y más recientemente señalaron al carné de identidad nacional que quiso implantar el Gobierno. Ahora, aunque se trate de algo de una magnitud y una virulencia muy diferentes, la señal de la bestia sería la vacuna contra la covid-19.

Prueba de ello son las consignas que un grupo de manifestantes antivacunas coreaban recientemente: "Chips 666 fuera" o "microchips satánicos fuera de aquí".

Desde esta creencia, la vacuna sería instrumento de los grandes poderes de una tiranía cósmica universal. La rapidez con la que se elaboró la vacuna, el hecho de que se administre en todo el mundo, las coacciones con las que supuestamente se inocula serían indicios nítidos de su origen diabólico.