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Democracia y el reto de las empresas

por Javier Treviño
02-07-2022

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Gillian Tett, presidenta del consejo editorial de la edición de Estados Unidos del Financial Times, escribe columnas semanales que cubren una variedad de temas económicos, financieros, políticos y sociales. En 2014, fue nombrada “Columnista del año” en los “Premios de la prensa británica” y fue la primera en recibir el Premio Marsh del Royal Anthropological Institute.

La columna de Gillian Tett de esta semana es particularmente relevante y nos debe hacer reflexionar. Ella argumenta que los líderes empresariales de Estados Unidos deben hablar en favor de la democracia. Nos dice que permanecer en silencio puede ser más fácil, pero que podría dañar tanto la reputación de las empresas como la economía política de Estados Unidos.


Los líderes empresariales y la democracia

Tett se pregunta: ¿están listos los líderes empresariales estadounidenses para defender la democracia? Y para responder a esta interrogante acude a los resultados de encuestas de opinión recientes.


Una encuesta publicada en mayo por Business & Democracy Initiative encontró:


El 96 por ciento de los líderes empresariales piensan que “una democracia que funcione bien es importante para una economía fuerte”.

El 81 por ciento está de acuerdo en que “las empresas deben actuar para garantizar elecciones seguras y justas”.

El 77 por ciento “está de acuerdo en que las empresas deberían hablar sobre las amenazas a la democracia”.

¿Sabrán cómo convertir tales declaraciones en acciones? ¿Qué pueden hacer? La preocupación es enorme. Todos hemos visto o leído las noticias sobre los esfuerzos del expresidente Donald Trump para subvertir los resultados de las elecciones de 2020. Una buena cantidad de estadounidenses sabe que el sistema electoral de su país no es el mejor.


Gillian Tett cita ejemplos interesantes de lo que ocurrió en el estado de Georgia, que es la sede de Delta y Coca-Cola, con una iniciativa de ley, la SB202, que restringía los derechos de voto. También habla de Illinois, sede del grupo de seguros Allstate. Ahí se llevó a cabo una práctica de redistritación (gerrymandering) que estaba socavando la democracia. Pero la empresa decidió enfocarse mejor al cambio climático, equidad racial y privacidad de datos. Cuando Citi expresó su consternación por la decisión de la Corte Suprema de anular el derecho constitucional al aborto, los republicanos del Congreso amenazaron con dejar de tratar con el banco. Y cuando Disney desafió la postura de la legislatura de Florida sobre los derechos de los homosexuales, Ron DeSantis, gobernador del estado, eliminó los incentivos fiscales a esa empresa.


Gillian Tett argumenta que hay al menos tres cosas que los ejecutivos de las empresas deberían hacer:


Alentar y garantizar que los empleados y trabajadores puedan votar. Esto significa ofrecerles apoyo para llegar a las urnas y respaldar a quienes quieran trabajar como funcionarios electorales.

Las empresas deben hablar en voz alta a favor de los procesos democráticos y, lo que es más importante, criticar las recaídas cuando ocurren.

Proporcionar la transparencia adecuada en torno a las donaciones políticas y el cabildeo, y garantizar que sean consistentes con las declaraciones públicas de una empresa sobre la democracia. Eso significa abstenerse de apoyar o hacer donaciones a candidatos que estén tratando de anular los procesos electorales o fomentar la supresión de votantes.

Lo que hace que los asuntos políticos sean doblemente difíciles de manejar para los altos ejecutivos es que sus propios empleados y trabajadores a menudo también están políticamente polarizados.


La desconfianza es la emoción predeterminada de la sociedad

Esta columna me recordó los resultados del “Barómetro de confianza Edelman 2022″ . Hace algunos meses leí el informe de esta encuesta anual de confianza y credibilidad en 28 países. ¿Qué decía, en resumen?


  1. La desconfianza es ahora la emoción predeterminada de la sociedad. Casi 6 de cada 10 dicen que su tendencia es a desconfiar de algo hasta que ven evidencia de que es confiable. Otro 64% dice que ahora se ha llegado a un punto en el que las personas son incapaces de tener debates constructivos y civilizados sobre temas en los que no están de acuerdo. Cuando la desconfianza es lo predeterminado, nos falta la capacidad de debatir o colaborar.
  2. De las instituciones estudiadas, la empresa vuelve a ser la más confiable. Con un 61%, las empresas son la institución más confiable, por delante de las ONG con un 59%, el gobierno con un 52% y los medios de comunicación con sólo un 50%. El 77% de los encuestados confía en “mi empleador”, lo que hace que la relación entre el empleador y el empleado sea increíblemente importante.
  3. El gobierno y los medios alimentan un ciclo de desconfianza. Casi uno de cada dos encuestados considera que el gobierno y los medios son fuerzas divisorias en la sociedad: 48% y 46%, respectivamente. Además, los líderes gubernamentales y los periodistas son vistos como los líderes sociales menos confiables en la actualidad, con menos de la mitad de los encuestados confiando en cualquiera de ellos (líderes gubernamentales en un 42% y periodistas en un 46%).
  4. Las fuentes de noticias no logran solucionar el problema de confianza. No se confía en ninguna de las principales fuentes de información y noticias generales, con un 59% de confianza en los motores de búsqueda, seguido de los medios tradicionales con un 57% y las redes sociales con sólo un 37%.
  5. Las preocupaciones por las noticias falsas están en un máximo histórico. Las preocupaciones sobre el uso de noticias falsas o información falsa como “arma” se encuentran ahora en un máximo histórico del 76%.
  6. Hay un colapso de la confianza en las democracias. En muchas de las democracias estudiadas, menos de la mitad de la gente confía en las instituciones, incluidos sólo 46% en Alemania, 45% en España, 44% en el Reino Unido y 43% en los EE. UU. Además, en ningún país desarrollado se cree que el individuo y sus familias estarán mejor dentro de 5 años.
  7. Los temores sociales en aumento. Sin fe en que nuestras instituciones brindarán soluciones o liderazgo social, los temores sociales se agudizan. En particular, el 85% está preocupado por la pérdida de empleo y el 75% se preocupa por el cambio climático.
  8. Las empresas necesitan dar un paso adelante ante los problemas sociales. Si bien las empresas superan al gobierno por 53 puntos en competencia y 26 puntos en ética, los encuestados creen que las empresas no están haciendo lo suficiente para abordar los problemas sociales, incluido el cambio climático (52%), la desigualdad económica (49%), la recapacitación de la fuerza laboral (46%) y en la confiabilidad de la información (42%).
  9. El liderazgo social es ahora una función central de las empresas. Al considerar un trabajo, el 60% de los empleados quiere que su director ejecutivo se pronuncie sobre temas controvertidos que les preocupan y el 80% de la población en general quiere que los directores ejecutivos sean personalmente visibles cuando discuten políticas públicas con partes interesadas externas o el trabajo que su empresa ha realizado para beneficiar a la sociedad. En particular, se espera que los directores ejecutivos den forma a la conversación y la política sobre empleo y economía (76%), desigualdad salarial (73%), tecnología y automatización (74%) y calentamiento global y cambio climático (68%).
  10. Las empresas deben liderar la ruptura del ciclo de la desconfianza. En todos los temas, por un amplio margen, la gente quiere más compromiso empresarial, no menos. Por ejemplo, sobre el cambio climático, el 52% dice que las empresas no están haciendo lo suficiente, mientras que sólo el 9% dice que se está excediendo. El papel y las expectativas de las empresas nunca han sido más claros, y las empresas deben reconocer que su papel social está aquí para quedarse.

Javier Treviño en Twitter: @javier_trevino