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Reedición de la polarización

por Federico Berrueto
02-09-2025

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La polémica en torno al expresidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, es ilustrativa de la polarización galopante de la vida nacional. Se entrevera el escándalo por el enriquecimiento del polémico político y la controversia por el bochornoso evento con el presidente del PRI, Alejandro Moreno en ocasión de la clausura de las sesiones ordinarias de la Cámara alta.

Es un acontecimiento con fuerte carga mediática por el perfil del personaje. Entre otras cosas se disputa hacer valer la versión oficial de una agresión violenta por el autoritarismo inherente del PRIAN, potenciada una campaña de los medios de comunicación convencionales y digitales. Regresa la teoría del complot en cada crisis, en cada tropezón propio. En la defensa de uno de los suyos se está dispuesto a todo como es convalidar la exclusión y la grosera rudeza, además de la calumnia a los medios de comunicación en su tarea de informar y opinar. No solo se insulta y amedrenta, se amenaza con una legislación de corte totalitario para imponer la verdad del régimen, pretensión propia de los sistemas más represivos y autoritarios conocidos.

El 1o de septiembre ha sido tradicional el balance del gobierno y de la situación del país. Lo más significativo es la determinación de continuar por la senda de la polarización cuando todo indicaba su agotamiento. Así es porque los problemas que más complican la vida pública son graves y de proporciones mayores, asuntos de Estado. Dos son los principales: el embate del crimen organizado y la amenaza del gobierno norteamericano en seguridad, migración y economía. El régimen considera que puede solo, no hay tal, especialmente porque la amenaza es al conjunto del país y requiere de un frente común para contenerles. Pretende ignorarse que los momentos más trágicos para el país ocurrieron en una nación dividida y enfrentada.

El segundo piso del obradorismo ha significado renunciar a toda posibilidad de reconciliación o concordia. No sólo la que debe haber entre las distintas fuerzas políticas que disputan la representación política y el gobierno, sino también la de carácter social, la que se edifica con la gran diversidad que entraña México y agraviada por las pulsiones autoritarias del presidente López Obrador como es la academia, la cultura, los medios, los intelectuales, la judicatura, el servicio civil, las organizaciones sociales y civiles no alineadas, la voz diversa de sus regiones y muchos otros al margen de la representación formal y que incluye al complejo caleidoscopio que es México. La civilidad política ha caído en desuso y la mejor expresión es lo acontecido en el Senado y su secuela de cerrazón y exclusión.

La polarización en su segunda edición acentúa la intolerancia respecto a la coexistencia política y a partir de la descomposición ética del proyecto se plantea acelerar a fondo para inhibir a la oposición formal, lo poco que queda de los contrapesos institucionales y, desde luego, intimidar a las voces independientes que dan cuenta de lo que acontece en el país para empaquetarlos junto con las figuras desprestigiadas de la oposición. Para el periodismo poner al descubierto la desnudez moral del nuevo rico Fernández Noroña, su majadera y agresiva forma de conducir los trabajos parlamentarios significa ser compañero de viaje del cuestionado dirigente del PRI Alejandro Moreno.

Venturosamente, la agenda con el gobierno racista, misógino y antimexicano de Trump puede sobrellevarse como hasta ahora, pagando elevadas cuotas de dignidad y soberanía, que en descargo de la presidenta Sheinbaum hay que reconocer que no hay mucho margen, aunque la mejor manera de contener la amenaza es que el Estado mexicano recupere territorios del crimen y llevar a la justicia a los jefes del narcotráfico y a quienes desde las oficinas públicas, las empresas o las responsabilidades de seguridad participaron de la actividad delictiva. La amenaza no acaba allí, pero mucho puede contenerse con una autoridad que hace valer la ley y una justicia que sancione con rigor al delincuente y a sus cómplices.

El problema mayor de la polarización es que no hay camino de retorno. El gobierno canceló toda posibilidad de un cambio. Más de lo mismo y con esteroides en el proceso de destrucción del régimen democrático con cambios constitucionales consecuentes que perfilan una tiranía en un entorno de consenso mayoritario, pero no total. Hacia allá se dirige el régimen: destruir los estrechos espacios de resistencia, independencia y libertad. En la reedición de la polarización, denunciar el abuso y la venalidad para el régimen es traición a la patria.