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Para alusiones personales La Dama de la Concordia

por JOSE LUIS CAMACHO VARGAS
08-08-2025

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La dama de la Concordia

José Luis Camacho Vargas

La presidenta Claudia Sheinbaum ha dado el pistolazo de salida para el análisis de una de las tareas más complejas y trascendentales para la vida democrática del país: la reforma electoral. Con la seriedad que amerita el tema, ha conformado una comisión que será responsable de delinear el camino hacia un nuevo modelo institucional en materia comicial. Al frente ha colocado al experimentado exlegislador Pablo Gómez Álvarez, quien desde su trayectoria en la izquierda ha mantenido una postura crítica pero comprometida con la institucionalidad electoral.

Un verdadero acierto de esta comisión radica en la incorporación de la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, una figura clave del gabinete presidencial. Su inclusión no es un gesto político, sino una decisión de fondo: Rodríguez tiene el pulso político del país, una capacidad de interlocución privilegiada y una inteligencia emocional que le permite construir consensos aún en medio de las diferencias más ríspidas.

En un momento donde la polarización amenaza con contaminar cualquier discusión pública, la presencia de Rosa Icela —una mujer afable, sensible, discreta, prudente pero firme— representa un equilibrio necesario. Su estilo recuerda a los grandes secretarios de Gobernación que ha tenido México, como Jesús Reyes Heroles o Enrique Olivares Santana, quienes supieron conducir procesos de reforma con visión de Estado, escucha activa y respeto a los actores políticos. Su figura empieza a proyectarse con luz propia, y quizá ha llegado el momento de darle un nombre que sintetice su temple y su carácter. Rosa Icela Rodríguez ya es conocida como “la Dama de la Concordia”.

Pero se requiere ir más allá. Es indispensable crear un consejo consultivo plural, con mujeres y hombres que conozcan a profundidad la historia política y electoral de México, que entiendan el diseño de sus instituciones, el funcionamiento de los partidos, las batallas por el voto libre, los avances —y retrocesos— de las últimas décadas. Un grupo que no solo piense en términos jurídicos, sino también históricos, sociales y comunicacionales. Que dialogue con los medios, que escuche a las organizaciones de la sociedad civil, que mire hacia los jóvenes y que ayude a construir una reforma no impuesta, sino compartida.

Porque una reforma electoral no puede ser solo una agenda de gobierno. Debe ser una apuesta de Estado. Y para ello, se necesita altura de miras, inclusión y respeto por la pluralidad. Lo que está en juego no es el sistema que conviene a una fuerza política, sino las reglas del juego democrático para las siguientes generaciones.

La presidenta Sheinbaum ha encendido el motor. Ahora corresponde a todos —gobierno, partidos, especialistas, ciudadanos— conducir este vehículo por la ruta correcta. La historia no concede segundas oportunidades.

@jlcamachov