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Marx ArrIaga, la salvación de su nombre

por Miguel González Compeán
10-05-2023

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Decía Balzac que «un imbécil que no tiene más que una idea en la cabeza es más fuerte que un hombre de talento que tiene millares»

La política puede y, es posible que deba, atender lo inmediato, la coyuntura, lo necesario. Debe hacerlo, dicen los expertos, pensando también en un poco de futuro, porque una decisión el día de hoy, debe cosecharse, incluso con amargura, en el futuro más próximo.

Hay, sin embargo, cosas que, a fuerza de experiencia en otros países, en las decisiones que se toman como gobierno y como política de Estado, y a lo largo de varios siglos, dejan huellas. La más señera, es la educación. Es extraño, por cierto, que en vez de mirar a países desarrollados, queramos inventar el hilo negro. Los niños del mundo se educan de una manera, pues tomemos el ejemplo. Que tal japón, Corea y los demás.

Ver entrar a nuestros hijos con los libros de la SEP, aunque los haya inscrito uno en una escuela particular, garantiza y tranquiliza. Mis hijos tendrán la misma identificación con símbolos como la bandera, el himno nacional y los niños héroes. Serán mexicanos, igual que otros millones. Se verán identificados con ciertos símbolos y ciertas imágenes e ideas. Habrá héroes compartidos y pasajes de los que después podrán discutir o negar, pero lo podrán hacer, porque su educación además de plantear ciertas certezas también dice que eso debe someterse a juicio y a revisión. Ambas cosas al mismo tiempo. Es decir, una educación laica. Como dispone el artículo tercero constitucional.

Por razones inexplicables, el presidente AMLO, nombró en la comisión de libros gratuitos de la SEP a un hombre convencido de que la educación, hasta este momento y después de 40 años, había sido secuestrada por una manera de pensar: el neoliberalismo. Que te obligaba a tener competencias, que se acercaran al estándar internacional en matemáticas y compresión del lenguaje, por lo menos y que te dieran las herramientas básicas, para poder ser contratado en una empresa o ámbito público en el que entraras con los conocimientos necesarios.

Marx Arriaga ha manipulado lo necesario y suficiente en el ámbito de la presidencia de la república, de la SEP y de sus cercanos para resolver lo que carga. Primero con sus padres que le endilgaron el nombre, seguramente sesenteros comprometidos con una lucha de clases que no podían resolver o que no podían concretar, salvo con ponerle Marx al niño, porque lo demás no se podía, ni se pudo, ni lo lograron: en el nombre del hijo se agolpa la frustración de una generación que no entendió México debidamente y que además se internacionalizó, aunque a los papis de Marx les disgustara.

Seguidamente el niño Marx tuvo que convencer al líder o el mesiánico de AMLO para proponer un plan súper revolucionario: “vamos a educar a los niños de la 4t, convencidos de que al proferir 'disjistes', se considere una manera correcta de decir dijiste. Esa es la manera en la que el pueblo se expresa y hay que defenderlo, impulsarlo concretarlo".

Además, no tenemos que informar y preparar a los niños para el nearshoring; tampoco para que atiendan o se incorporen a las empresas turísticas que dejan miles de millones de dólares al resto de la población. Hay que prepararlos para que no tengan más héroes que sus personajes locales y sus luchadores comunitarios, porque lo único que importa es la relación entre la escuela y la comunidad. Ellos no son mexicanos en conjunto, son la modesta expresión de una comunidad que no mira al mundo como lo hace el 70% de la economía mexicana. Son unos miseros mexicanos en su pueblito que no mira al mundo, sino al ombligo de sí mismos, porque Marx Arriaga ha decidido, sin consultas, sin consejo y sin compartir su proyecto, que todos los niños de México sean el reflejo de lo que sus papis, le endilgaron: su nombre. Nada más, pero nada menos también.