
José Luis Camacho Acevedo
Desde el advenimiento de la llamada 4T a la presidencia de la república, símbolo en México del máximo poder político que se pueda tener según las reglas no escritas del sistema que se niega a morir en lo que se refiere a sus viejos protocolos, el juego democrático, entendido como la lucha de ideales, que representaban la existencia de varias corrientes ideológicas, tanto en el espectro de los partidos como en la composición de las cámaras de diputados y senadores, está lamentablemente desaparecido.
En su libro INFOCRACIA, “La digitalización y la crisis de la democracia”, dice el filósofo Byung-Chul Han (Seúl, Corea del Sur 1959) hace el siguiente apuntamiento sobre el tema:
“La digitalización del mundo en que vivimos avanza inexorable. Somete nuestra percepción, nuestra relación con el mundo y nuestra convivencia a un cambio radical. Nos sentimos aturdidos por el frenesí comunicativo e informativo. El tsunami de información desata fuerzas destructivas. Entretanto, se ha apoderado de la esfera política y está provocando distorsiones y trastornos masivos en el proceso democrático. La democracia está degenerando en infocracia.”
Los dirigentes de los partidos políticos opositores a Morena, sean Alito, Jorge Romero o Álvarez Máynez, ahora son efectivamente presos de la avalancha que cae sobre ellos desde las redes sociales.
Son buscadores de “tendencias”.
El tongo del pleito entre Alito y Fernández Noroña fue tendencia en las redes varios días porque el morenista es un personaje que genera repudio popular incontrovertible.
Pero a esa tendencia ya la aniquiló la noticia del presunto suicidio del capitán de navío y titular de la Unidad de Protección Portuaria de Altamira, Abraham Jeremías Pérez Ramírez, quien fue hallado muerto en sus oficinas el 8 de septiembre luego de que dicho hombre fuera mencionado por el exdirector de Aduanas de Tampico por presuntos sobornos en una red de huachicol fiscal.
De tal suerte que son las redes sociales las que someten a los “líderes políticos” y no esos personajes llenos de voluntarismo los que inducen las tendencias en el mundo digital.
No hay ideología en la partidocracia mexicana. En ese mundo prevalece el pragmatismo.
El duranguense Esteban Villegas, que ganó la gubernatura de su entidad gracias a una alianza del PRI (su partido de origen) con el PAN, ahora se declara “ser un claudista convencido e irredento”.
En Movimiento Ciudadano el mandatario neoleonés, Samuel García, ya prepara su abordaje a la que considera será la nave triunfadora en las elecciones intermedias del 2027.
Las ideologías, como también lo señala el citado Byung-Chul Han, ahora, a través de sus dirigentes de coyuntura, “se someten a una eucaristía digital. Los medios de comunicación son como una iglesia, el like es el amén. Compartir es la comunión. El consumo es la redención”.
Ese es el escenario de lucha política que, muy probablemente, observaremos en los comicios del 2027, en donde se elegirán el mayor número de cargos a puestos de elección popular jamás visto en México.
La lucha por los ideales ha dejado paso a una serie de disputas que van desde la ambición puramente personal, hasta la búsqueda de un poder que, como ocurre con tipos como Rubén Rocha Moya, les confiera una impunidad absoluta.
¡Hazlos Dios de tu rebaño!