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Jerarquía católica e inseguridad pública

por Eduardo Ibarra Aguirre
05-07-2022

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Colocar el dedo en la llaga del problema de inseguridad pública que padece México hace décadas, por lo menos desde que el capitalismo salvaje impuso sus reales, es lo que hace el experto en temas religiosos Elio Masferrer Kan, en un debate todavía partidizado –le dicen “politizado”–, y que no logra rebasar el golpeteo al presidente Andrés Manuel y su Cuarta Transformación que el 2 de julio estuvo de manteles largos.


El artífice y defensor de las políticas públicas que se sintetizan en “Abrazos, no balazos”, formuló preguntas el 30 de junio que todavía no tienen respuestas de sus destinatarios. A saber: “Esas expresiones de que ‘ya no nos alcanzan los abrazos’. ¿Qué quieren entonces los sacerdotes? ¿Que resolvamos los problemas con violencia? ¿Vamos a desaparecer a todos? ¿Vamos a apostar a la guerra? ¿Por qué no actuaron de esa manera con Felipe Calderón? ¿Por qué callaron cuando se ordenaban las masacres, cuando se puso en práctica el ‘mátalos en caliente’, cuando se decía a los altos mandos del Ejército: ‘ustedes hagan su trabajo y nosotros nos encargamos de los derechos humanos’? ¿Por qué esa hipocresía?”


Son difíciles las respuestas y sobre todo políticamente incorrecto formularlas porque mostraría de qué lado masca la iguana de parte de obispos y arzobispos, acostumbrados a que el poder fáctico de la jerarquía católica sea automáticamente escuchado por la Presidencia de la República y satisfaga sus exigencias.


Lo explica bien el doctor en antropología al decir que los clérigos se montan en un hecho de sangre, que es muy lamentable, para golpear al gobierno federal, y no asignan responsabilidad alguna al gobierno del estado de Chihuahua, porque José Noriel Portillo Gil, alias el Chueco, se paseaba en la zona y tenía órdenes de detención.


Toman de rehenes a muertos a fin de utilizarlos para su política, y en tal sentido lamentó los dichos de algunos integrantes de dicho credo. Por ejemplo, el sacerdote jesuita Javier Ávila, quien en la ceremonia fúnebre de Joaquín Mora y Javier Campos en la Tarahumara afirmó que los abrazos ya no alcanzan para cubrir los balazos. “Si fuera serio –indica Masferrer– debería renunciar como sacerdote e incorporarse a la Guardia Nacional, porque lo que está diciendo es que salgan a echar tiros. Eso es inaceptable en un religioso. Es penoso que salgan ministros de culto a exigir balazos”, porque la respuesta del crimen será mucho mayor. Además de que contravendría la política del papa Francisco quien se deslindó de la violencia estatal para combatir a la criminal.


Es plausible la reflexión de Masferrer Kan, querer matar a todos los integrantes del crimen organizado a balazos o meterlos a la cárcel, es imposible. “Eso sólo acarreará más muerte y dolor en la población, además de que la mayoría de los criminales son creyentes, entonces, allí algo está fallando”.


Y retó a la jerarquía de la aún iglesia mayoritaria en México, aunque venida a menos, “Es también trabajo de los religiosos tratar de enderezar a esas personas”, y destacó lo que hacen los franciscanos en la diócesis de Chilpancingo-Chilapa.


Para el también experto en trabajo con delincuentes “Las conductas antisociales son el resultado de un largo proceso de descomposición de una sociedad, el desafío para todos los sectores es recomponer la sociedad para poder rehabilitar a esa gente, y ahí deben intervenir muchos sectores y el papel religioso es muy importante”. Ineludible, subrayo, y la Conferencia del Episcopado Mexicano no puede voltear hacia otro lado y hacer como que la virgen le habla.