
En pleno fin de semana del Super Bowl y mientras miles de aficionados degustaban guacamole en Los Ángeles, Estados Unidos anunciaba por sorpresa que frenaba temporalmente la importación de aguacate mexicano.
El motivo, según Washington, fue la amenaza recibida por uno de sus funcionarios mientras inspeccionaba esta fruta en el estado de Michoacán, donde el considerado "oro verde" se ha convertido en motivo de enfrentamiento entre el crimen organizado.
Las razones son obvias: el negocio del aguacate mueve millones de dólares y crea miles de empleo gracias sobre todo a la relación comercial entre ambos países.
México, primer productor de aguacate en el mundo, tiene a su vecino del norte como principal cliente. Y en EE.UU., donde el interés por esta fruta creció exponencialmente en los últimos años, la mayoría de aguacate que se come es mexicano.
La medida entró en vigor el pasado viernes, a lo que siguieron una serie de reuniones exprés entre autoridades de ambos países para analizar cómo garantizar la seguridad de los inspectores estadounidenses y desbloquear así la exportación.